Mi bella Montreal en esta Navidad

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No solo fue un año lleno de calamidades personales y colectivas. También fue el año con menos tiempo libre de mi vida. Es bonito cuando veo a las personas haciendo un balance positivo del 2020, pero yo lo transité como el soldado de la película 1917: escapando de las bombas en una sola secuencia interminable. Y trabajé como LOCA. Por eso, cuando el 22 de diciembre me tomé un par de semanas de descanso fueron de descanso: huelga total de revisar emails y mensajes. Mi salud mental lo necesitaba mucho y la Navidad es como perfecta para eso. Pasé estos días en mi casa, con hijas y marido, estrenando gatito, comiendo salvajemente como si la comida se fuera a acabar, viendo películas y disfrutando del delicioso arte de perder el tiempo. El lujo más lujoso de todos.
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Stevie es el mejor regalo de Navidad del mundo. Lo adoptamos el 6 de diciembre.

Durante mi “vacaciones” (qué raro es usar esa palabra sin viajar) di dos o tres paseos bonitos, pero más que nada estuve vegetando. Solo asomé la cabeza a Instagram para publicar mis fotos de Navidad, pero, sobre todo, para ver las del reto de La Vuelta al Mundo, que fueron un absoluto sueño.
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Muchísimas gracias a todas las personas que compartieron sus fotos durante Navidad. Esperamos a que los españoles celebraran el Día de Reyes, así que tuvimos muchos días de ver fotos lindas y entrañables. Este año hubo más fotos de objetos y alimentos que de las calles y las celebraciones. Obviamente. Y creo que eso sirvió para que la gente pusiera tiempo y esmero en crear imágenes perfectamente cuidadas y llenas de detalles. Hubo docenas y docenas de fotos que me enamoraron y me inspiraron. ¡Felicidades de todo corazón! En el mosaico solo hay cincuenta fotos, pero podría haber llenado un kilómetro de blog con mis favoritas.

Espero que nuestro hashtag #juegovueltaalmundo haya servido para conocerse entre sí, darse algo de feedback y tomar inspiración. Esta es una comunidad adorable ♥ Al final del post les dejo el nuevo reto fotográfico para no apagar los motores creativos.

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Esto luego se llenó de mazapanes, turrones, polvorones y pastelitos de gloria enviados con amor desde España por mis papás. Y muchos bombones. También hicimos una estación de chocolate caliente con marshmellows. ¡Pero no tengo foto!

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Tuve también otras “primeras veces”. Por ejemplo, por primera vez participé en juegos de mesa sin querer lanzarme por el balcón. Los juegos de mesa y yo somos archienemigos. Cuando me están explicando las instrucciones daría cualquier cosa por escaparme y me quedo dormida con los ojos abiertos. Por eso, al momento de lanzar los dados no sé quién soy ni dónde estoy. Pero, gente, esta vez jugué y hasta me divertí mucho. Pusimos mil veces mi playlist de beautiful old songs (nos dio por ahí) y vimos nevar y nevar por las ventanas mientras jugamos Splendor y Dead of Winter.

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La vista desde mi estudio. En esa cabaña guardamos esquíes, patines, muebles de verano, trineos, maletas, cosas de jardinería y afines. Todas las casas aquí tienen un “cabanon”.
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Por primera vez  fui con mi familia a un zoo el 24 de diciembre, completé un rally fotográfico y nos enamoramos de un zorrito ártico ciego (se llama Gandalf). En vez de estar todo el día en la cocina, hicimos la comida el día anterior y pasamos el 24 en la naturaleza. Cuando nuestros queridos amigos llegaron a las 7 pm todavía teníamos la nariz roja del frío. De hecho, tuvimos un apocalipsis porque se cayeron unas cosas de la vitrina y tuvimos que echar a la basura parte de la comida porque se llenó de vidrios y no nos importó.

Por primera vez hicimos una salida al campo bajo una tormenta de nieve salvaje: fuimos a dar de comer a los ciervos, alces y renos en el Omega Park. Fue absurdo, fue totalmente polo norte y fue inolvidable.

Por primera vez no hice nada en absoluto para la cena de fin de año. El 31, en vez de estar todo el día en la cocina o hacer un plan sofisticado, salimos de tiendas (lejos) y de lunch, perdimos noción del tiempo y por eso nos cerraron el supermercado a las 5 pm. Ibamos a comprar cosas para despedir el año con fondue de queso (antojo) y nos quedamos dos minutos desconcertados en el parking mirando el supermercado con cara de huevo frito. Pero rápidamente encontramos nuestra cena en una farmacia: un par de latas de fondue de chocolate Laura Secord y en la casa teníamos cuatro bananas y unos waffles sin gluten congelados. Nos comimos eso frente a la chimenea y recibimos el año en pijama, jugando Catán con música a todo volumen y tomando champán. Y fue maravilloso.

En esa semana de vacaciones fuimos tres veces al cine y además vimos muchas películas apurruñados los cuatro con tres gatos en mi cama. Abrimos una montaña de regalos fabulosos, comimos en sitios bonitos, caminamos en bosques nevados, fuimos a la exposición de Robert Mappelthorpe en el Museo de Bellas Artes, al chalet de nuestros mejores amigos en la montaña para comer spaghetti y todos los días dormimos a pata suelta. Qué más se puede pedir.
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Todas estas fotos son de mi iPhone menos las de la segunda fila.

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Salir de Montreal en invierno por las carreteras pequeñas es entrar en un episodio de escenas bucólicas: granjas nevadas con caballos, estanques congelados rodeados de pinos, casitas que parecen de galleta y bosques de postal. Hay tantos pueblos cercanos, parques naturales y estaciones de esquí que lo difícil es escoger el paseo del día. Uno sencillo que recomiendo es ir al Gault Nature Reserve en el Mont-Saint-Hilaire para una caminata en el bosque. Alquilan raquettes y crampones en el chalet, pero no nos hicieron falta. Puedo decir de todo corazón que no solo me alegro mucho de haber cancelado un viaje sino que escuchar que mis hijas me digan que esta ha sido su Navidad favorita me detona una bomba de azúcar en el corazón.

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Como mis papás venían de España a pasar las fiestas aquí, contraté a los mejores escenógrafos de Hollywood  para preparar Montreal y ponerla como de película. La cubrieron de nieve espesa y brillante, pusieron luces a los árboles, trineos en las colinas, pistas de patinaje en los parques y les di un Oscar a cada uno.

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En mi casa decoramos la puerta, pusimos luces en el jardín y fuimos a comprar el pino uno de los días más helados (Prueba A: mi padre en la foto). Hacía tanto frío que es la primera vez que escojo cualquier pino sin examinarlo por todos lados con microscopio, exasperando a la concurrencia. Mis hijas no vinieron y pude comprar uno pequeño como a mí me gustan (pequeño para Canadá), lo cual casi causa un amotinamiento familiar. A ellas les gustan de esos que ocupan media casa. La verdad es que las pobres no pudieron venir porque estaban estudiando para los exámenes y yo fui mala. Pero mi pinito era perfecto, eso sí…

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Mis papás y yo hicimos 939483745 mil viajes a las tiendas por un montón de razones diferentes, lo cual es medio inexplicable porque yo había hecho gran parte de mis compras por Internet (gracias Amazon, te amo). Me encanta ir de compras con mi mamá y verdad es que los tres disfrutamos el shopping (a quién vamos a engañar) porque las tiendas en Navidad están espectaculares. En esas salidas, mi papá le dio la vuelta al mundo con cuchillo y tenedor: comida india, libanesa, peruana, sueca ( de Ikea jaja!), italiana, canadiense, tailandesa, japonesa, china, mexicana y coreana. Eso como premio por llevar las bolsas y cuidar los abrigos con más paciencia que un santo (y encima con buena cara).

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Los casifamilia y los amigos de mis hijas desfilaron por mi casa en unas varias celebraciones amorosas y divinas que nos dejaron a todos con el corazón blandito: Gente linda desde 81 años hasta 11 meses, photo booths y mucha comida. Mucha. Too much.

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Paseamos por Montreal todo lo que humanamente pudimos. Este fue el diciembre más gélido y nevado desde que vivo aquí, por eso cada salida era una expedición ártica. En el Museo de Bellas Artes vimos la exposición de árboles de Navidad de muchos países del mundo y en el Viejo Puerto fuimos, como cada año, al concierto navideño de corales en la Iglesia de Bonsecours.

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Este año celebramos la Navidad con una comida temprano de Nochebuena, en vez de una cena.  Fue fabuloso porque pudimos disfrutar de mi sobrina Mia en todo su esplendor y jugar con ella y sus regalos. La comida fue exquisita, la típica venezolana: Hallacas, Pan de Jamón, Pernil y Ensalada de Gallina (en la foto), pero incluimos una lasaña y un gratén de vegetales a petición de Marianne y Valeria. Al despertar el 25 el árbol estaba repleto de regalos y mis hijas me perdonaron el pino enano.

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Haciendo acopio de valor, visitamos Quebec City un día de sensación térmica de -42 y tomé nota de que mis botas perdieron el aislamiento y mis guantes son una porquería porque casi me quedo sin dedos para bloguear. Ese día el frío nos batió contra el suelo, pero sobrevivimos y, además, hasta nos reímos y mis pobres padres dicen que les gustó la experiencia (de casi morir). También fuimos a Ottawa y vimos a los patinadores deslizándose por los 8 kilómetros de pista de hielo del Canal Rideau. Mi papá, con su cara de no romper un plato, logró engatusarme de nuevo para recorrer el parlamento. Otro propósito de año nuevo: No más visitas a parlamentos, amigo Jacques.

Después del Día de Reyes empezamos a volver lentamente a la realidad. Mis papás regresaron a España, Marianne regresó de Disney World, Valeria regresó a la gripe (su estado natural) y yo regresé al trabajo porque empezamos  tres cursos seguidos y hubo que ponerse las pilas con mucha ilusión. Poco a poco estoy activando la larga lista de cosas que hay que activar y poniendo en marcha mi palabra para el 2014: Organizar.
Orden, ven a mí! Que este año tú y yo juntos conquistaremos mi cronograma de trabajo y el mundo! (O al menos el armario de las sábanas, por favor).

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Vengo porque los extraño y porque quiero desearles unas fiestas bonitas ♥  Ultimamente solo subo fotos a Instagram. Estoy pasando unos días divinos desenchufada del trabajo, saliendo con mis papás, comprando muchos regalitos y haciendo el tour del mundo con cuchillo y tenedor: hemos comido ricuras griegas, libanesas, chinas, coreanas, mexicanas y tailandesas, además, por supuesto, del Gran Cocido Madrileño Lleno de Amor que mi mamá nos hace apenas saca de la maleta las morcillas y el hueso de jamón (si, increíble pero cierto). Comprar regalos con mi papás es maravilloso porque A) mi mamá y yo tenemos los mismos gustos y ella me anima (la niña que es llorona y la mamá que la pellizca) y B) mi papá nos hace de chofer, de valet parking, de guardador de abrigos y de carga-paquetes, aunque él prefiere el título de corredor de bolsa.

En uno de mis brevísimos vistazos a Facebook me di cuenta de que tengo ya más de 17 mil seguidores en mi página y me puse tan contenta! Es un regalo de Navidad fabuloso. Eso, el número de miembros de mi web y el de los suscriptores de mi newsletter me ponen una sonrisa de tarada en la cara y una vocecita interior me susurra que algo debo estar haciendo bien. Gracias, gracias! Por eso no podía dejar de venir a compartir un poquito de Navidad con ustedes que son tan lindos, generosos, cariñosos y la mejor compañía del universo.

Hemos tenido tres celebraciones en la casa con sus consecuentes avalanchas insólitas de comida y bebida. La última fue una fiesta con los casifamilia tan entrañable y amorosa que ahora me siento todavía más afortunada por haber conseguido esa nueva familia al dejarlo todo atrás y mudarme a Canadá. Ayer escuché a una venezolana que admiro decir en una entrevista que “no hay nada más triste y deplorable que ser inmigrante” y casi me caigo de la silla. Porque… si,  es duro al principio, pero cambiar de país ha sido la mejor aventura de mi vida, una que aún es emocionante pues estoy en un estado permanente de exploración y descubrimiento, en un país espléndido y rodeada de gente que adoro. La adaptación es 95% actitud mental. Esta Navidad celebro ser una inmigrante, como lo fueron mis padres cuando dejaron España y Francia para ayudar a construir Venezuela durante 40 años. Un beso a todos los valientes que hoy pasan las fiestas en sus países de acogida, lejos de sus sabores y amores de origen.

Estoy cruzando los dedos para que me de tiempo de hacer el resumen de mi año en fotos. ¿No quisieran hacer lo mismo? Recuerdo que en el 2010 muchos lo hicimos en Flickr y fue súper divertido. También quiero volver por aquí a contarles sobre mi Navidad. El año pasado me dio por la repostería, pero esta vez mis padres trajeron de España tal cargamento de mazapanes, turrones, pasteles de gloria, polvorones y afines que solo he horneado de nuevo los Nudos de Cardamomo de Delicious Stories, con muchísima más destreza que en el 2011. Espero que para el 2018  ya me queden perfectos porque, a pesar de mis animaladas, son exquisitos. Este diciembre hemos tenido unas temperaturas polares y mucha, mucha, muchísima nieve. La ciudad parece un cuento de hadas y quiero que la vean ♥ Les recuerdo que estamos compartiendo nuestras fotos navideñas en La Vuelta al Mundo y que en Instagram tenemos la etiqueta #juegolvm. 

Feliz Navidad para todos.
Que les lleguen mis besos y amapuches.   

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Crema batida. Azúcar pulverizada. Helado de nata. Nubes de merengue. Marshmellows. Panna Cotta. Un desfile de dulces pasa por mi mente al entrar a mi estudio súper temprano en la mañana y contemplar por las cinco ventanas el Planeta Bajo Cero donde vivo. Esas fotos son de mi jardín. Es probable que lleve puesto un pijama abrigado con las botas del pantalón metidas dentro de las medias (dos pares), y encima, para completar el look, un sweater deforme y viejo que me queda grande. Todo un símbolo sexual. Lo gracioso es que mi casa está muy caliente, en parte porque en Canadá no se pasa frío dentro de las casas (fenónemo que asombra a mi mamá) y en parte porque somos tres contra uno y las chicas subimos la calefacción si freno. Así que es posible que mi atuendo tenga razones más que nada psicológicas.

Mi única queja es no poder ponerme las botas, colgarme mi cámara y salir al bosque de atrás a hacer fotos. Lo de colgarme la cámara es un decir porque si de verdad la me la cuelgo se me desprende la cabeza de cuello y me sale rodando por West Island porque pesa mucho. No pudo ponerme las botas y salir porque esta semana he tenido el derrière más pegado que nunca a la silla del escritorio desde la mañana hasta tardísimo en la noche. Además, cerré con un disgusto de esos matagente que pasará a los anales de mi historia tragicómica. Peo no importa. Mientras a ustedes se les da un escalofrío en las pupilas mirando mi jardín nórdico, yo debo tener los pies enterrados en algo blanco y tibio que no es precisamente nieve porque estoy despatarrada en algún bordecito de la Riviera Maya, luciendo bajo el sol lo más sexy que me sea posible.

He dejado este post programado. Solo estoy usando Instagram porque eso es un juguete, pero lo hago bajo los efectos de las piña coladas o cualquier otra cosa que me traigan a la tumbona. Esto es un ajuste de cuentas conmigo misma. Un tratamiento autorecetado. Quisiera pedirles un favor grande: necesito preguntarles si a ustedes se les actualiza mi blog en sus readers (y qué reader están usando). Me han dicho muchas veces que no, que desde que estoy en la nueva web no aparecen las actualizaciones y que no sale el nombre de este blog. Yo uso el Google Reader y si me veo allí actualizada. Ayúdenme a salir de dudas, si?  Ahora, con permiso, necesito darme la vuelta para broncearme el derière antes de pegarlo otra vez en la silla.

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Hoy hace -27 grados. La máxima será -20. El domingo di una caminata por Montreal de unas cinco horas bajo la nieve para hacer fotos, ver tiendas, comer la mejor quiche Lorraine de mi vida y comprar un ganchito en forma de reno para colgar el guante del horno. Paseé en metro, autobús, a pie y a veces volando arrastrada por el viento. Metí las botas en unos venticinco pozos de hielo derretido y al final se me mojaron las medias. Fue un domingo increíble, de los mejores. Las fotos de arriba son de ese día. El lunes me hicieron una cirugía menor y mientras miraba la lámpara del quirófano pensaba en el viento, la nieve, los pozos de hielo y la quiche y el tiempo pasó volando. Apenas me di cuenta de que el cirujano me hablaba de su decepción por culpa de Lance Armstrong. Desde entonces, he tenido que dar un frenazo y tomarme las cosas con calma. En vista de los puntos en brazo y pierna, las pastillitas y las temperaturas de afuera, estoy en completo estado de hibernación.  Lo único que me falta es un sarcófago para parecer embalsamada. Me he movido lo estrictamente necesario para la supervivencia (y para hacer algo de comida, que de eso no me pude salvar). Mientras me dura esta fase slow (y rogando que no me acostumbre) me he entregado a ver películas, shows de Food TV y leer Kireei Magazine, que está preciosa y además ha sido dedicada a “la vida lenta”, así que me viene como anillo al dedo. La amo. Tiene fotos mías, pero cuando no las tiene la amo también. No escribo más hoy porque tengo pinchazos mitad reales mitad imaginarios en los puntos del bracito. Y en los de la pierna. Esa será mi excusa hasta nuevo aviso.

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Mis fotos en la revista

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Ese día, después de abrir los regalos y de la llamada de los abuelos de España, hicimos un viaje precioso por carretera a New York.  Allí pasamos seis días y quisiera decir que fueron como una película, pero eso solo sería cierto si la película fuera del género de desastres. Si alguna vez has acariciado la idea de pasar la Navidad en New York, considera esto un servicio público: No vayas. O ve si no te importa pasar la mitad de tu día haciendo larga colas para entrar en tiendas, salir de tiendas (nótese que ni siquiera dije pagar), comer, hacer pipí, comprar tickets, guardar abrigos, caminar por la calle, caminar por museos, caminar en cualquier sitio, tomar el metro o cualquier otra cosa que inocentemente se te ocurra hacer. He ido muchas veces a New York e incluso he estado en época navideña y me fascina. Repito: me fascina. Pero me he retirado justo antes de las vacaciones escolares.

Esta vez caí directamente en la espiral de la locura y no voy a entrar en detalles, pero no se lo recomiendo a nadie. New York en diciembre es hermosa, apasionante, con decoraciones grandiosas, tan cinematográfica, tan Hollywood, pero por lo que más quieras, sal huyendo ANTES de que lleguen las turbas vacacionales o la imagen que tendrás de esta ciudad increíble no le hará justicia. De hecho, ya estoy planificando otro viaje para desintoxicar a mis hijas de la idea traumática que les debe haber quedado de Manhattan (aunque ellas dicen que no). Ni siquiera hice fotos. Creo que no hice más de veinte. Eso en parte también por los vientos y lluvia que tuvimos allá. Extrañé el clima de Montreal!. Aquí nieva y la nieve no moja. Allá llovió mucho, pero sobre todo el viento helado y súperfuerte nos hizo la vida de cuadritos, a pesar de estar usando toda nuestra ropa de invierno canadiense. Con esto no quiero decir que no hubo buenos momentos porque sí los hubo. Algunos. New York es fabulosa aún cuando se empeña en no serlo.

Al terminar nuestra semana en New York les dimos la sorpresa a Marianne y Valeria de llevarlas a otro sitio a recibir el año nuevo como regalo de cumpleaños, pues las dos son niñas de enero. Pero eso se los cuento en el próximo post :) Hoy todavía estamos con la Navidad y le toca un poquito a Montreal.

El 23 de Diciembre teníamos planes de pasar el día con los casifamilia en el chalet que ellos alquilaron en las montañas. Qué mejor preludio para la Navidad que pasar un lindo día entre pinos nevados en los bosques canadienses con amigos queridos? Sonaba taaaaaaaan lindo… pero la tormenta de freezing rain unos días antes dejó a esa zona sin electricidad y nuestros amigos habían pasado la noche tiritando a -10 (me-nos-diez) en espera de la reparación. En la tarde tuvieron que regresarse a Montreal. Mientras tanto, Lau y yo almorzamos dim sum en Chinatown y luego nos fuimos al Viejo Puerto para escuchar un concierto de Navidad en la iglesia de Notre Dame de Bonsecours. Fue más que bello. Un sueño. Después dimos un paseo, Lau tomó vino caliente y yo compré stollen en un kiosko alemán. Fue un día muy frío. MUY FRIO. Creo que se ve en las fotos de alguna manera. Brrrr….!

Llevo cinco semanas mirando el mural de La Vuelta al Mundo y las fotos que han compartido en Instagram. Con mejor nivel, más ilusión, mejor sentido estético, mayor habilidad para capturar momentos, esta gente ha hecho una verdadera celebración festiva repleta de luz, emoción y detalles. Estoy consciente de que el mosaico que hice como muestra es una miseria, una pichirrez, como decimos en Venezuela. Tenía tanto de dónde escoger que escogí muy poquito. Allí hay una colección de fotos de ciudades decoradas, eventos públicos, momentos íntimos, mesas preparadas, comida rica, adornos con significado, seres queridos… También veo el resultado de mi clase de fotografía de Navidad y es lindo eso, me hace feliz. Les doy las gracias a todos.

No sé si están conscientes de ello, pero lo que hacemos allí es una manifestación cultural colectiva entrañable ♥ que me reafirma la reconexión con la humanidad que experimento en esta época. Sueno como una hippie fumada, pero qué importa. Como estaba de viaje no sé si este mes habrá enlaces para hacer la cadena mensual, después de todo ya estamos a 8. Pero si los hay déjenmelos en un comentario, ok? La hippie fumada lo va a agregar a la cadena, aunque sea chiquita. Feliz post-Navidad a todos. A ver si el arracamos con el 2013 que parece venir directo hacia mi con la fuerza de un meteorito. Llevo solo dos días trabajando y no saben la catarata de cosas nuevas que estoy haciendo!

Participantes en Mi Navidad:

leonora&  .  poppies and ice cream .  fátima gómez aristu  .aguamansa . mimomimosa . rere la càmera . la mañana de mañana . de amor y de casualidad . Las cosas que miro y pinto  . lo que parece que es y lo que . april’s kitch . nat bottacin . la casa de la playa . ojo de pescao . lorena sierra barberá . cuaderno de retazos . marivi troy . moniqueixa . cuaderno de fotografía . martona photo . butterflies in the garden . agata vázquez . malche. 

La entrada Mi Navidad en New York aparece primero en Jackie Rueda.

También doy las gracias:

A mis papás por mandarnos felicidad en una gran caja: turrones, mazapanes y pastelitos de gloria y una bufanda bellísima hecha por mi mamá ♥
A las corales por cantar sublime y hacer que se me paren los pelitos.
A la Iglesia de Notre Dame de Bonsecours por poner altavoces para que el concierto se escuche en el viejo puerto, mientras caminas en la nieve.
A mis gatos por no tener ya pulgas. Qué amables.
A las pulgas por no volver por favor.
A la gente creativa que tiene el valor de escribir blogs, por transformar el mundo y hacerlo mil veces más interesante e inspirador.
A la gente de La Vuelta al Mundo por empapelar el planeta con belleza (nos vemos el 7 de enero).

Hoy voy a celebrar con amigos y mañana muy temprano, después de abrir los regalos que traiga San Nicolás, nos vamos a un viaje que empieza en New York (pueden ir conmigo si me siguen en Instagram). Estoy mandando mi newsletter de Navidad y ya me levanto de aquí y no me siento hasta el 7 de Enero. Voy a comenzar el año con mucha potencia porque mi escuela viene cargada de cosas nuevas (no puedo esperar!). Felices fiestas para todos. Y que el 2013 sea el año fabuloso que nos merecemos. Que no tengamos que lanzar ningún plan por la ventana. Que ningún gato tenga pulgas. Y, sobre todo, que nos quieran, nos abracen y nos besen.

La entrada Un día blandito aparece primero en Jackie Rueda.

Las fotos de abajo resumen un poco lo que ha sido mi semana hasta ahora: más pastelería (se los dije, estoy descontrolada), linda luz de invierno y hacerle un cariñito a mi pobre casa. En mi post anterior les mostré unas cositas con las que iba a decorar la chimenea. Hice unas pequeñas escenas de invierno utilizando los animales Schleich de Valeria, nieve artificial, pinitos blancos y unas cúpulas de cristal, en vista de que vivimos con Minuit, The Destroyer y todo hay que protegerlo. La cúpula grande es la misma que usé en el baby shower.  El año pasado la usé para encerrar una aldea miniatura. En Pinterest vi un tutorial para blanquear pinitos de estos con cloro. No crean todo lo que ven en Pinterest (insertar música de drama) … Como tenía muchos verdes, probé con dos. Los metí en un vaso con cloro por un rato y cuando regresé muy optimista y miré dentro del vaso solo había dos palitos de metal. Cara de huevo frito. Puchero :(

El día que hice la torta de frutas, la metí en el horno, cerré la puerta y al instante pensé se me está olvidando algo. Claro. Se me olvidó ponerle las frutas. Así que tuve que sacarla, lavar el molde, etc. Salí a mi papá. El es la única persona que conozco que baja a la estación de metro por una puerta, sale por otra  y cuando emerge a la calle mira a su alrededor con expresión un poco confusa y dice a mi se me olvida algo. Y se le olvidó viajar en el metro. El vive en el planeta Jacques y está claro que yo vivo allí con él. Hice la torta con una receta tradicional de Newfounland and Labrador (yo insisto con la manía de cocinar cosas de los sitios que sueño conocer) y, aunque Valeria la devoró, a mi me parece demasiado dulce. La próxima vez trataré de que se me olvide ponerle la mitad de la fruta. El arbolito de galleta es súper fácil. Sólo hay que tener cortadores en forma de estrella de por lo menos tres tamaños diferentes, hornearlas y ensamblar el pino pegándolas con un poquito de icing… frosting… necesito aprender a hablar español. El único reto es transferirlas de la mesa a la bandeja sin que se deformen las puntas porque entonces parecen estrellas de mar y quedan como galletas submarinas. La receta más deliciosa es la de las Russian Tea Cakes. Las hice dos veces esta semana. Se llaman también Snow Balls, Snowdrops o Mexican Wedding Cakes, aunque mi amiga Paty me aseguró que jamás ha visto esas galletas en una boda en México.

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Marianne ofrece hoy aquí en nuestra casa la fiesta de Navidad para toda su clase. Están invitados 30 muchachos con sus 60 botas, 30 abrigos, 60 guantes, 30 gorros y 30 bufandas. Como vienen varios chicos judíos, no se llama Christmas Party sino Penguin Party. Ayer salimos las dos y nos divertimos comprando un montón de cosas de pinguinos  para decorar las mesas y servir la comida. Nada de vajillas, manteles finos ni copas, mi estado zen actual me impide cualquier tipo de sacrificio doméstico. Mi religión este mes es la de cero-estrés. Mientras escribo esto escucho a Marianne arriba limpiando y organizando. Es la primera fiesta que organiza ella sola. Yo estoy abajo, en mi oficina, escuchando música. Eso es lo bueno de que tenga casi 18 años, que mami no tiene que intervenir. Casi. Es decir… no tengo que subir, verdad? O podría subir solo a mirar. La escucho rodar muebles. Ya vengo.

La entrada Chez Moi aparece primero en Jackie Rueda.