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Valeria era una muchacha de 18 años perfectamente sana.
Tiene una intolerancia importante al gluten, pero nada más. Había empezado a correr como su papá y en Navidad le habíamos regalado ropa y zapatos para entrenar.

A principios del año pasado comenzó a quejarse de estar cansada. Cansada en la mañana, en la tarde y en la noche. Cansada antes de ir a clase.

Luego apareció un dolor intenso en una rodilla. La llevé al hospital, le hicieron una radiografía y no encontraron nada que justificara un dolor tan agudo. Entonces la vio un especialista que dijo que seguramente es condromalacia patelara, que se cura con fisioterapia y que es común en mujeres adolescentes. Nada de qué preocuparnos, dijeron.

Valeria comenzó la fisioterapia, pero casi inmediatamente salimos a un viaje soñado. Estuvimos un mes en Islandia, Italia, Grecia y Francia. Todo el tiempo Valeria se quejó de cansancio extremo y dolor en las dos rodillas. Si estábamos en un museo (que le encantan), se quedaba sentada y me decía: Yo veo los cuadros desde aquí. Me alejaba cinco minutos y al regresar la encontraba casi dormida. En la costa de Amalfi hay cientos de escaleras, los pueblos están en pendiente. Para Valeria era un esfuerzo titánico desplazarse. Un día en Santorini se levantó antes del amanecer para acompañarme a tomar fotos. Nuestro hotel quedaba a unos veinte minutos a pie del corazón de Oia y Valeria iba como un fantasma pálido, sentándose o apoyándose en todas partes para esperarme. En Mykonos, después de una tarde de nadar, le empezaron a doler los codos. En París comenzó el dolor de caderas y muslos. Tuvimos que olvidarnos del metro y movernos de un sitio a otro en taxi para ahorrarle caminatas y escaleras. Luego Lau regresó a Montreal y nos quedamos mis hijas y yo en París. Al final teníamos entradas para Disneyland y para que Valeria no se lo perdiera, su hermana insistió en llevarla en silla de ruedas. Le prometió que iba a ser muy divertido. Mi corazón se rompió en millones de pedacitos.

Era un dolor interno y a la vez externo. Parecía de ligamentos, muscular y de piel, todo en uno. Además, apareció la ansiedad. Pequeños ataques de angustia inesperados (con temblores incluidos) en los sitios más felices: nadando en una deliciosa playa italiana, tomando té en una pastelería francesa. Una ansiedad nueva que no tenía causa ni explicación. El vuelo a Montreal fue un suplicio para Valeria y al día siguiente la llevamos a la sala de emergencia donde empezó un recorrido de varios meses por cuatro hospitales, diez especialistas y docenas de exámenes.

LAS TEORÍAS

La enfermedad de Lyme, lupus, todos los tipos de artritis, Crohn’s, esclerosis, tumores cerebrales, tumores de tiroides y paratiroides, a Valeria le fueron descartando un montón de cosas una por una, semana a semana. Fueron 6 meses de exámenes. También le hicieron biopsias, resonancias y pruebas de otras enfermedades infecciosas porque habíamos viajado antes al trópico. No era chikungunya, no era ningún virus, al menos no uno identificable o detectable.  No tiene nada, todo está normal, todos los resultados dan negativo, son muy buenas noticias. Pero Valeria estaba postrada en cama, contorsionada por el dolor, sin poder doblar los brazos para cortar su comida o lavarse el pelo sola. Tenía insomnio, ansiedad, pánico, depresión, agotamiento y dolor extremo que no se aliviaba con nada. El roce de la ropa le ardía. Le dolían también las cervicales, las muñecas, los tobillos y el esternón. Tomaba antiinflamatorios, calmantes, relajantes musculares, protectores de estómago, ansiolíticos, cremas, sprays. Le hicieron infiltraciones sin éxito.  Le di tantos masajes con Voltarén que se me pelaron las manos. La pasé a mi cama para poder atenderla a toda hora, se dormía llorando por las noches. Compré bandejas con patas para comer juntas en la cama y puse al frente mi Mac inmensa para ver Netflix con ella y distraerla. Ver las olimpíadas con su papá y su hermana le dio horas de distracción. De noche no encontraba posición para dormir. Un día a los médicos se les acabaron los exámenes y las teorías. El diagnóstico más concreto que tuvimos nos lo dio un reumatólogo: Valeria tiene bursitis en todas las articulaciones.

Honestamente, no sé cómo hacen las mamás que tienen niños pequeñitos enfermos de cáncer o de cualquier otra cosa muy grave. Antes las admiraba, pero ahora les rindo pleitesía. Mi hija tenía ya 18 años, resultados buenos en todos los exámenes médicos y yo me sentía en una pesadilla. Siempre con mi cara más convincente de esto es pasajero, esto se te va a quitar, pero por dentro estaba asustada, estrujada y barrida por el suelo. No tuve cabeza para trabajar, a pesar de que trabajo en mi casa. O justamente por eso.

Valeria perdió 10 kilos y el año académico.

Pero ella tenía una idea de lo que podía estarle pasando y con el tiempo comprobamos que su intuición no le falló. A principios del año pasado a Valeria le recetó nuestro médico de familia la inyección anticonceptiva trimestral Depo-Provera para controlarle los fuertes dolores de la regla. El principio del apocalipsis coincide con eso, especialmente con la segunda dosis. ¿Sería posible? Se lo dijimos a los médicos, pero no les pareció relevante. Le escribí a todos mis amigos médicos para preguntarles si piensan que la Depo-Provera podría haber desencadenado la enfermedad de Valeria y la respuesta de todos fue la misma: No sé de ningún caso así, pero por si acaso que no le vuelvan a poner esa inyección. No se la pusimos más, obviamente. Quiero hacer hincapié en que no tenemos ninguna prueba de que la Depo-Provera haya afectado la salud de Valeria. Sin embargo, encontramos en Internet otros casos similares. Eso todavía no prueba nada porque en Internet consigues cualquier salvajada, pero cuando Valeria empezó a eliminar el medicamento de su sistema y sus reglas se estabilizaron (eso tomó meses), comenzó a mejorar.

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Marianne y Valeria en Islandia
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LA RECUPERACIÓN

No fue mágica, ni rápida, ni lineal. A veces parece que dábamos un paso adelante y cuatro atrás. No podíamos comparar esta semana con la anterior. Teníamos que comparar esta semana con dos meses antes para no ponernos tristes. Valeria fue a fisioterapia y a terapia con una psicóloga. Su mayor fuente de angustia era “no hacer nada con mi día” (tuvo que dejar los estudios, obvio), así que apenas fue capaz de hacer cualquier pequeña cosa, la hizo. Estar sentada en una reunión familiar era una conquista. Fue a sus conferencias de Model United Nations aunque toda la ropa le dolía. Hicimos juntas una fiesta de Navidad porque necesitábamos un proyecto para levantarnos la moral. Cuando se le mejoraron los brazos comenzó a hacer pesas, cuando mejoraron las caderas comenzó a hacer abdominales, cuando tuvo valor comenzó a rodar en bicicleta. Hasta intentó volver a correr, pero las rodillas todavía están rebeldes.  

Hace poco buscó un trabajo por ocho horas a la semana en una linda tienda de caramelos. Los primeros días le dolía mucho sostener la bandeja de obsequiar muestritas, después ya menos, luego le dieron más horas. También reactivó su vida social. Valeria sale todo el tiempo aunque regrese hecha un trapo. Tanto que, después de estar solas y pegadas por tantos meses, me ha costado adaptarme porque la extraño. Tengo una nueva admiración por mi pollo porque la fuerza de voluntad que tiene no la heredó de mí. A su edad yo era una mingona.

Hoy estamos convencidas de que todo esto fue culpa de la Depo-Provera aunque no somos médicos, ni científicas, ni tenemos ninguna prueba para pedir que salgamos todos a quemar el laboratorio Pfizer. Miles de mujeres se benefician de ese y otros tratamientos hormonales, pero falta información sobre los riesgos para el paciente. Nuestro médico de familia nos había mostrado su monitor de la computadora, leímos juntas toda la información disponible sobre los efectos secundarios de la Depo-Provera y lucía tan inofensiva que aceptamos encantadas la inyección. Estoy segura de que a muchas otras mujeres sensibles a la progesterona les puede estar pasando lo mismo mientras escribo y los médicos no terminan de armar el rompecabezas. Si lo crees conveniente, comparte este post.

Después de ver a mi hija florecer lentamente tras más de un año de enfermedad, estoy segura de que va a seguir mejorando hasta sentirse fuerte y atlética otra vez. No será mañana ni la semana próxima, pero ella va a salir completamente de esto. Ahora tengo que hacer como ella y encontrar el camino a mi normalidad, porque volver a subirme al tren veloz que es mi trabajo me está costando mucho. Me siento desconectada, no lo sé explicar bien. En este año he aprendido que Valeria tiene disciplina, pasión y voluntad. No solo ha dado todo de sí misma para curarse, sino que ha mantenido al mismo tiempo una dieta superestricta sin gluten, con las complicaciones y sacrificios que eso supone. He aprendido que si no puedo con todo, detengo el trabajo y no se acaba el mundo. Porque mi mundo son mis preciosas hijas y a todo lo demás puedo bajarle el volumen. Todo lo demás puede esperar.
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Con lo terribles que son desde hace semanas las noticias de Venezuela nos hacía falta un día feliz.
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Hace diez años se puso de moda en los blogs escribir una lista de ocho cosas que quieres hacer antes de morir. Y yo hice la mía, claro, con originalidades como nadar con delfines en libertad, volar en globo y ver una aurora boreal. Diez años más tarde no he hecho nada de eso y solo una cosa de mi lista se ha cumplido: ver a mi hija graduarse de la universidad. En la lista decía mis hijas, pero por ahora me conformo (la otra va en camino). Marianne se graduó Summa Cum Laude y yo con eso ya no necesito delfines, globos ni luces del norte. De hecho, ese ha sido uno de los días más felices de mi vida.

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Gabriela, una sobrina que la vida me regaló en Montreal, se graduó en la misma ceremonia con lo que ese día en McGill University hubo una explosión atómica de emoción por juntar a dos de las más carismáticas, sensibles y nobles personas del planeta Tierra para darles un diploma.

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Marianne se graduó en Psicología y Gaby en Desarrollo Internacional y Ciencias Políticas.

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Ese mismo día -que tuvimos un clima espléndido- hicimos en mi casa una fiesta para Gabriela y Marianne. La mamá de Gaby vino desde Amsterdam para la ocasión y juntas pasamos dos días (y muchos emails) preparando cosas. Marianne tiene un trabajo de verano en Disney World, Orlando, y vino solo por 48 horas para su graduación. Todo fue muy veloz, muy intenso y muy sentimental.
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La cosa no pudo ser más girly: hubo rosas, confetti, caramelos y ositos de peluche vestidos con la toga de graduación de McGill University. El de Marianne se fue a Orlando con ella. 

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Nuestra familia montrealense, nuestras personas favoritas, vinieron en medio de la semana (¡un miércoles!) a celebrar con nosotros y a cubrir a Marianne y Gaby con una avalancha de cariño, de regalos y de buenos deseos. Somos unos suertudos por tener gente que quiere así a nuestras hijas. Vi mi casa llena de gente querida, incluso con mis papás que vinieron de España, y pensé que por días así la vida vale la pena.
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Tuvimos un bar de sangría que es algo que ya habíamos hecho en otra fiesta y que queda divino en verano. Me gusta mucho cuando puedo hacer que la comida y la bebida sean actividades interactivas. Que los invitados puedan personalizar lo que se sirven. Y si luce bonito, mil veces mejor. El bar de sangría es decorativo y pone feliz a la gente. 
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Hacía calor y en medio de la semana de trabajo no pude complicarme con comida que hubiera que calentar con la casa llena de gente. Tenemos aire acondicionado, pero cuando somos muchos generar calor en la cocina es un suicidio. La otra opción que me gustaba era la parrilla, pero eso siempre esclaviza y había llovido todos los días y no me quería arriesgar. También quería servir algo que la gente no tuviera que cortar con cuchillo porque básicamente íbamos a estar sentados en todas partes, quizás con el plato sobre las piernas. Por eso hicimos un gran bar de ensaladas. Preparamos todo el día anterior y lo guardamos en la nevera. Al llegar de la ceremonia solo hubo que sacarlo y servirlo.
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Con esos colores, globos, helados, confetti y de caramelos, mi preocupación era que la fiesta iba a parecer un cumpleaños de bebé. La preocupación me duró como cinco minutos porque lo importante es que Marianne y Gabriela estuvieran contentas y, después de todo, ellas son y siempre serán nuestros bebecitos.
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Hice dos scrapbooks para dejarles mensajes y que les quedara un recuerdo. Son la cosa más simple: páginas de cartulina blanca atadas por el medio con un cordelito de hornear. La portada es de una cartulina más rígida y laminada. Las iniciales doradas las hice con unos stickers que encontré en la tienda de $1 en Navidad. Puse dos cámaras Fuji Instax Mini, un bol con paquetes de film (los saqué de la caja), una barra de pegamento acid free (para conservar las fotos) y bolígrafos de colores. La idea vino de la cuna de todas las ideas: Pinterest. AMO como quedaron los scrapbooks al final de la fiesta. Están llenos de amor, son mi cosa favorita. 

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Las chicas dieron tarjetas de agradecimiento y chocolates de avellana a todas las personas que las acompañaron a celebrar. También tuvimos un bar de golosinas para que los invitados pudieran llevarse caramelos y chocolates a su casa y así endulzarles el día.
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Al día siguiente Marianne se subió a un avión para regresar a Orlando mientras yo me reunía con mi contadora para los impuestos. Es decir, que mi felicidad fue breve. Ya no veré a mi pichurra hasta agosto. Gaby se va a vivir a Londres. Mi amiga Carolina regresó a Amsterdam. Ese miércoles fue un tesoro para el recuerdo.

Si alguna de estas ideas para celebrar te gusta y la pones en práctica me encantaría verlo. Y si tienes más ideas para una graduación no dejes de contarme porque en un par de años estaremos festejando el diploma de Valeria. Los cumpleaños y las fiestas de diciembre son cosas que llegan automáticamente, pero para graduarse hay que trabajar muy duro. Por eso pienso que son las cosas que verdaderamente hay que celebrar.

Pichu, los hijos no leen los blogs de las mamás, pero si pasas por aquí: estoy orgullosa de ti porque desde que pusiste un pie en tu primer colegio no has hecho otra cosa que dar lo mejor de ti y brillar. Te quiero.

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Un mosaico estilo 2006 porque lo viejo siempre vuelve
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Ya les había contado sobre su proyecto final de secundaria, que fue un libro fotográfico de Montreal maravilloso y estudiar fotografía fue la canalización lógica de esa pasión. Esta no es la profesión de la que planea vivir. Quiere estudiar otra cosa en la universidad después. Esta es para enriquecer su mundo interior y hacerse más bonita y creativa la vida, porque la fotografía  tiene el efecto de inyectar alegría directo al corazón y darte superpoderes visuales para mirar el mundo. Este es el tipo de regalo que me habría fascinado darme a mí misma a su edad y estoy tan feliz de que Valeria lo pueda tener.
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Valeria acaba de abrir su propio website en el que ha publicado pequeñas colecciones de fotos de Islandia, Terranova, California y Montreal. Abrir un website se siente como un paso muy grande para alguien que comienza. Y produce mucha satisfacción, es una ilusión astronómica.
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También acaba de añadir los powder portraits que hizo en mi estudio para uno de sus proyectos del semestre. Si me sigues en Instagram posiblemente hayas visto un par de tras-bastidores de ese photoshoot explosivo que requirió 3 horas de limpieza :P
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La modelo es Marianne, mi otra pichurra.

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Si quieres, puedes darle un vistazo al trabajo de Valeria y si te parecen lindos sus primeros trabajos puedes hacer Me gusta en su nuevecita página de Facebook. Así la apoyas y la motivas. Nosotras te lo vamos a agradecer de aquí al cielo porque ese es el mejor regalo de Navidad ♥

Página de Facebook de Valeria

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Vendré pronto con un post sobre mi Navidad. Comparte con nosotros tus fotos navideñas en Instagram con el hashtag #juegoLVM y en Flickr en La Vuelta al Mundo para que nos muestres cómo celebras en tu casa y en tu ciudad. ¡Queremos verlas! Besos y cascabeles para todos ♥

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Unos días antes del Prom tuvimos la ceremonia de graduación Nos llevamos la alegría sideral de que Valeria recibió el premio a la Excelencia en Historia y Civilización. Para nosotros, aquí en esta familia, ese es el premio que nos hace más ilusión porque la historia nos importa mucho. Valeria es una niña interesada en todos los asuntos sociales contemporáneos, en la política y, sobre todo, en la justicia social para todas las minorías. Ha estado participando activamente en Model UN (Modelo de las Naciones Unidas) y estamos super orgullosos de ella hasta el infinito y más allá ♥
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No tengo una buena foto con su amiga Claudia, quien vino a celebrar con nosotros y la adoramos.

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Valeria quiere estudiar diseño gráfico aunque no descarta ciencias políticas o periodismo. Tiene todavía tres años para decidirse porque primero ¡VA A  ESTUDIAR FOTOGRAFíA! (insertar explosión de confetti). Fue aceptada en los colleges a los que aplicó con este portafolio y ¡estoy TAN FELIZ! Va a estudiar la carrera de mis sueños (la que yo no pude hacer) en un sitio fascinante. Vamos a compartir estudio, biblioteca fotográfica y equipos. Vamos a hacer largos photo walks. Estoy muerta de la ilusión por el camino que ha tomado mi Pollo.
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Algunos de ustedes me pidieron en Instagram y Facebook ver el libro completo. Aquí está el enlace. Pueden hacer click en el cuadradito extremo/derecha bajo el libro para verlo grande. Blurb no nos deja quitar la opción de comprarlo. No vayan a creer que queremos venderles el libro, ¿si? Es solo un proyecto escolar. No sé si mi hija sacará buena nota porque creo que su supervisora, por las cosas que le dijo, no tiene ni idea de la magnitud del trabajo que supuso este proyecto. Espero que lo descubra cuando lea el reporte y también el resto del jurado. Pero la nota de verdad no me importa. Yo nunca había visto a Valeria tan satisfecha y orgullosa de sí misma. Yo la vi con mis propios ojos poner su mejor voluntad y esfuerzo en este trabajo y eso vale oro. ¿Verdad?

Nota: Meisi y yo estaremos de nuevo en Librologie el 23 de este mes, por si alguien quiere aprender a hacer algo tan lindo como este libro de mi pollo.

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Esto fue el día en que celebramos con unos amigos su graduación.

¿Qué carrizo es Cégep?
A los que vivimos en la provincia de Quebec y tenemos hijos entre 17 y 19 años nos toca dar un montón de explicaciones cuando alguien de afuera nos pregunta qué estudia nuestro retoño. Aquí, cuando te gradúas de secundaria, no entras a la universidad. Entras a una cosa que en francés se llama cégep (collège d’enseignement général et professionnel) y en inglés se llama college, pero que no es igual al college de Inglaterra o USA. Son dos años que equivalen al básico de la universidad pero se estudian en una institución separada y sin eso no puedes entrar a la universidad (que, por lo general, son 3 años). Puedes hacer el college o cégep en docenas y docenas de programas preciosos que ojalá yo hubiera tenido disponibles a esa edad. Hay tantos programas que visitarlos y recibir folletos es una de mis cosas favoritas.Si ya sabes la carrera que quieres seguir más adelante, puedes escoger un programa orientado a esa carrera. Pero si estás más indeciso que un pepino hay programas generales que te dan dos años más de tiempo para decidir lo que quieres hacer con tu vida. FABULOUS. Porque no hay cosa más loca que decidir a los 16 años lo que vas a hacer de 8 a 6 por el resto de tu existencia.

Aquí viene la parte donde fanfarroneo
Marianne, que siempre había dicho que iba a ser psicóloga, salió de secundaria queriendo estudiar medicina, pero muy indecisa porque su otra pasión es la literatura y la historia. Como tenía tal empastelamiento mental, se inscribió en algo que abriera todas las posibilidades y se lanzó sin anestesia al programa más exigente del college más exigente. Durante dos años se mató estudiando materias de ciencias puras con materias de humanidades en Arts & Sciences de Marianopolis College. Evidentemente, con ese nombre mi hija estaba destinada a ser aceptada ahí :)

El programa fue tan asesino que estoy segura de que ahora la universidad le va a parecer un día de playa. No solo sacó unas notas increíbles, sino que, además, la pichu fundó en club de Eating Disorders Awareness y,  junto a su equipo, creó panfletos y organizó actividades para recaudar fondos. También participó en Model United Nations y ganó premios por su participación en varias conferencias. Durante el último semestre estuvo enferma y necesitó medicación y fisioterapia para poder moverse, pero, a pesar de eso presentó su proyecto integrado: Una coreografía (que bailó ella misma) con soporte audiovisual sobre el rol de los efectos neurológicos del LSD en la cultura de los años 60 (y sacó una nota alucinante). Siguió haciendo danza contemporánea en su antiguo colegio y tuvo presentaciones. Incluso fue a New York a una conferencia y estuvo en la propia sede de las Naciones Unidas. Y, de paso, ella trabaja conmigo.

Hace unos días Marianne se graduó del college en una ceremonia linda. Y aunque propiamente no se graduó de nada, porque con ese título no tiene ninguna profesión, para mí es un diploma inmenso. Como premio a todo ese esfuerzo fue aceptada en McGill University para estudiar psicología con un minor* en literatura inglesa. Por fin encontró su camino y estamos todos muy contentos. Marianne tenía los ojos puestos en McGill desde que tenía 10 años cuando llegamos a Canadá y ese es uno de los 14 mejores programas de psicología del mundo.

No sé si mi hija sabe la magnitud de la admiración que le tengo. Se lo digo siempre, pero por si acaso aquí voy de nuevo: Pichu, estoy orgullosa de ti hasta la luna de ida y vuelta.

Nota: La historia de la graduación de secundaria de Marianne está aquí

(*) Campo de estudio secundario.

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Marianne tiene primero cita para una radiografía. Me pregunto qué cara pondrá el radiólogo al ver llegar a Afrodita para rayos X de la columna lumbar. Mientras escribo esto, aún mi casa huele a azúcar por las 120 galletas que horneó Valeria para llevar a sus amigos. No vayan a creer que se rompió la cabeza. Hizo estas que resulta que causan furor demencial en la escuela (son RICAS). El caso es que, aunque los seres sobrenaturales se vayan en el autobús,  este Halloween sí  me voy a divertir de verdad un rato porque tengo un juguete nuevo. Verán, hace justo un año estaba en mi pequeño bosque haciendo unas fotos a Vanessa e Iván.

Dije mi bosque porque con el amor que le tengo no puede ser de otra persona. Queda a unos 300 metros de mi casa y es bellísimo total. No hay mejor escenario para unas fotos de otoño. Allí hice también en Halloween las fotos de mi querido zorrito. ¿Recuerdan el baby shower pink que tuve en mi casa el año pasado? Era para celebrar el bebé de Vanessa.

Y el bebé de Vanessa es mi sobrina Mia. La cosita más amapuchable, mordible, cosquillable, acariciable, apretable y besable que ha conocido el planeta Tierra.

Si me siguen en Instagram probablemente sepan que este pequeño insecto hundido en las hojas de mi jardín me tiene loca de carretera. Quiero robármela pero estoy esperando que aprenda a ir al baño, vestirse y comer sola. Cuando le hice estas fotos se acababa de caer y machacarse la cabeza, por eso tuve que darle una manzana para reforzar su cooperación, pero miren qué tranquilaza está. Si yo me hubiera caído así todavía estaría aullando.

Mi foto favorita es esta última donde tiene la cara aplastada contra la manzana. Es que le gusta con pasión. Por cierto, Mía está en un concurso y les pido que hagan un solo click para votar por ella. Es aquí. Me pone sentimental verla vestida así porque el primer disfraz de mis gigantas hijas también fue de coquito-mariquita-ladybug. Hoy viene Mia a hacer Trick-or-Treat en casa de su tía Jackie. La derretida.

PD: dedico los signos de interrogación de este post a mi amiga Carolina, quien sufre continuamente porque nunca los uso en español. ¿Caro, estás orgullosa de mí? Los puse con copy & paste.

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La comida fue comprada y yo solo la dispuse en platos y bandejas. La decoración más simple imposible: rosas, algunos globos y velas, todo comprado en la mañana. Lo único hecho en casa fue el coctel y uno de los postres: un bar de Eton Mess que que vi en el número 59 de la revista de Donna Hay para iPad (que supongo que es idéntica a la de papel). El Eton Mess es mi postre preferido y cuando lo vi en forma de bar con opciones me pareció tan perfecto que me quería casar con él.

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Porque hacía falta algo donde poner las velas para cantar cumpleaños tuvimos otro postre, una torre de los cupcakes favoritos de Valeria: Red Velvet. Son de Les Glaceurs, sin duda los mejores de Montreal, si algún día vienen a mi ciudad pruébenlos. Se derriten en la boca. Los puse en esta torre con flores porque había visto la idea en Pinterest y me pareció súper de princesa. En qué otro momento de mi vida voy a poder hacer una torre de rosas y cupcakes?  Creo que ese es el propósito de las fiestas de quince años, hacer brotar  sin pudor el manantial de azúcar que las mamás llevamos dentro. En realidad tenía la ilusión de hacer los cupcakes yo y mi profesora de repostería me había preparado, pero… no pude esta vez. Al menos hice los merengues que es algo más que puedo tachar de mi lista de Retos Reposteriles Para Bestias, la que me propuse en Diciembre.

No hice ni una sola foto durante la fiesta, ni siquiera tenía la cámara a la vista, no tuve tiempo-voluntad-ganas de bajar las escaleras a buscarla. Espero que ninguno de mis alumnos esté leyendo esto. Pero no importa: Valeria estuvo tan contenta que se olvidó por completo de que le habían dado regalos y si no se lo recuerdo se va a dormir sin abrirlos. Se tuvo que levantar de la cama!. No habrá sido una fiesta muy esmerada, todo fue pensado a la velocidad de un cometa, pero lo disfrutamos y los colores pasteles dieron un paso más hacia la dominación mundial.

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Durante el paro general de Venezuela en el 2002 (Marianne tenía 7 años), todos en casa podíamos dormir un poquito más por las mañanas, pero a ella le dejábamos una cajita tetrapack de leche y una cobija en el sofá porque a las 6 am ya estaba allí metida de cabeza en su libro. Creció, los protagonistas crecieron con ella y las historias se hicieron más oscuras. Apenas pudo, contagió a Valeria (otra comelibros) y cuando nos mudamos a Canadá ambas siguieron leyendo y releyendo fervientemente a JK Rowling en inglés. En mi casa están todos los libros en los dos idiomas, los libritos complementarios, todas las películas y un gato bautizado Harry. Ambas siguen leyendo al mismo ritmo novelas de todo tipo, desde bestsellers hasta clásicos literarios, pero no hay vampiro, guerrero o divinidad que pueda desplazar de sus corazones a estos magos. Cuando era pequeñita Marianne quería ser diseñadora de parques de atracciones y su máxima fantasía era crear un parque dedicado a sus libros favoritos. Por eso, el año pasado, cuando fue con su colegio a Islands Of Adventure en Florida y puso sus pies en “The Wizarding Word Of Harry Potter”, a mi hija le faltó poco para darle un besito al suelo (O se lo daría?). Los siguientes doce meses no hizo más que decir que necesita regresar con su hermana, que no lo disfrutó bien sin su hermana y que a nadie le va a gustar tanto como a su hermana. Doce meses de persistencia. De caritas de cordero a medio degollar. De pestañitas.  Como resultado adivinen a dónde las llevamos este mes como regalo de cumpleaños.
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Islands of Adventure es un parque visualmente muy poderoso. Prefiero mil veces como te tratan los parques de Disney, pero este no lo conocía y es espectacular. La zona dedicada a Harry Potter es impecable, yo casi tenía ganas de comprarme la varita de Fleur Delacour en Ollivander. Marianne y Valeria saltaron de un lado a otro con sus bufandas de Slytherin y Hufflepuff . Como apasionada por la producción audiovisual, tengo que decir que yo absorbo los detalles de estos parques y me divierto mucho. Estuvimos cuatro días en Orlando y fue un viaje sorpresa. Cada vez que mis hijas (fans enloquecidas de Disney también) empezaban la conversación pro-Orlando (y no voy a decir la frecuencia porque nadie me creería jamás)  yo respondía cosas aplastantes como:
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. Estás muy vieja para Disney
. Ya has ido muchas veces .
. Hay demasiado planeta todavía por conocer.
. Cuando trabajes y ahorres podrás ir con tus amigas.
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Pero somos blanditos. Entonces, en vista de que ambas cumplen años en Enero, decidimos llevarlas e hicimos las reservaciones al último minuto sin decirles nada. Tuve que preparar una maleta para ellas a escondidas con ropa de verano. Fue dificilísimo porque – tampoco me van a creer – en los días precedentes nunca salieron las dos de la casa al mismo tiempo. Terminé agarrando cualquier cosa toda velocidad justo en Nochebuena (mientras veíamos una película) con el pretexto de ir un momentito al baño. El corazón se me iba a salir de los nervios y ni vi lo que saqué. Como resultado estaban mal vestidas en los parques pero pregúntenles si les importó.

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Estas fotos son en Magic Kingdom (nueva zona de Fantasyland) y Downtown Disney.
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Epcot es mi parque favorito. En el sentido del reloj: los pabellones de Francia, China, Japón e Italia.
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En New York las dos siguieron pegadas con el tema de ir a Orlando (pero así como quien habla de ir a la Luna, porque Orlando no se perfilaba en el horizonte). Yo tenía que hacer las respiraciones del parto psicoprofiláctico para ejercer autocontrol y que no se me saliera nada. Por fin, la última noche, estábamos tan cansados que en vez de ir a cenar pedimos pizzas por teléfono para comerlas en el hotel. Marianne y Valeria creían que saldríamos de New York para recibir el año en una pequeña estación de esquí de Vermont y estaban tan ilusionadas como quien va al dentista porque mis hijas el invierno es el fin del mundo. Mientras esperábamos la pizza, les anuncié que habíamos decidido llevarlas al día siguiente a otro sitio y que para ir al próximo hotel iban a necesitar algo. Y les di dos bolsitas. Las abrieron, miraron dentro, pusieron cara de incredulidad y sacaron sus orejas de Minnie. Shock. Llanto inmediato. Spanglish nervioso (Si esto llega a ser un chiste it’s not even funny!). Ataque de risa histérica. Paroxismo. Gritos. Besos. Abrazos. Y por fin, pizza.
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Al día siguiente volamos muy temprano a Florida donde dedicamos los primeros minutos a maravillarnos con los señalamientos botánicos (típicos) de Valeria: Hay flores! Todo es tan verde! Hay tanto color! La grama es más gordita! Hay palmeras!. A los 20 minutos ninguno de nosotros recordaba el viento criminal de New York o los 47 centímetros de la última nevada en Montreal. Teníamos lentes de sol, olíamos a protector solar y nos picaban los zancudos. Qué más se puede pedir?
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Valeria siempre ha querido ser un animal. Cuando era pequeña me hacía caso solo si le hablaba en gato. Le decía miau miau miau miau señalándole el cepillo de dientes y en dos minutos tenía los dientes lavados. Le hablé más gato que español durante su infancia.  Dormía al borde de la cama, a punto de caerse, porque todo el espacio lo ocupaba una larga fila de animales de trapo. En la sala de espera del pediatra las otras nenas de dos años tenían algún peluchito y Valeria era conocida por ir con una serpiente negra de plástico horrorosa. Tenía (tiene) una colección inmensa de animales Schleich y una caja muy grande llena de bichos baratos incluyendo insectos, ratas y murciélagos.  Una Navidad pidió la casa victoriana de Barbie con torrecita y ascensor y al instante la convirtió en hogar para todos los caballos que no cabían en su establo de madera. Su juego favorito consistía en meterse una cinta larga en la goma del pantalón para hacerse un rabo y atarse otra cinta larga al cuello a modo de correa para que la hermana “la sacara de paseo”. Pasé años con miedo a un estrangulamiento perruno.
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Como el amor de madre es infinito, fui arrastrada por Valeria a in-ter-mi-na-bles visitas a varios zoológicos del mundo que olían mal por igual (y a varios acuarios también pero esos me gustan). Incluso tuvimos el carnet del Biodomo de Montreal por dos años y me lo aprendí de memoria, cada pelo de cada castor y clada pluma de cada pinguino (sienten como se me quiebra la voz de autocompasión?). Aún hoy la biblioteca de Valeria está compuesta por un 80% de libros sobre animales reales o imaginarios. Después de contarles todo esto, a ustedes no les extraña que les cuente que Valeria se disfraza siempre de animal en Halloween, verdad? Ha sido insecto tres veces y gato tres veces, por ejemplo. Tres tipos distintos de gato, claro, no vamos a ser rutinarias. El año pasado Marianne fue una romántica belleza sureña con sombrilla y guantes de encaje como salida de Lo que el viento se llevó y Valeria un gato negro. Este año comenzó a hablar de su disfraz desde el verano, a investigar en Internet y a diseñarlo en detalle. Imaginen mi cara cuando supe que el famoso disfraz consistía únicamente en unas orejas y una cola. That’s it. Mamá, voy a ser un zorro.
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Compramos unos retazos de piel falsa y ella se hizo las orejas. La cola la hice yo. Y con esas dos cosas ha sido feliz como una lombriz (o como un zorro). Está tan contenta de su disfraz que me pidó unas fotos, así que nos fuimos a mi bosque, el mismo que mis vecinos creen que es de todos, y allí pasé un buen rato disfrutando del sitio más bello del mundo (a 150 metros de mi casa) y de mi zorrito de 14 años, que parecía salido de una fábula de Esopo y que estaba medio muerto de hipotermia porque la coquetería puede más que el termómetro.

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Como el acto es tan grande, lo celebran en la iglesia que está al lado de su colegio porque en el teatro (que es bello) no cabemos. Estas dos fotos del interior de la iglesia las tomé del website del colegio porque las mías quedaron igual pero con las cabecitas de los fotógrafos atravesadas. La ceremonia fue linda. Al nombrar a cada alumno, este se ponía de pie y en las pantallas aparecía su foto de graduación con su nombre y los presentadores decía a qué college va y qué va a estudiar. Mi parte favorita fue afuera en la plaza cuando los chicos lanzaron al aire los birretes y las campanadas comenzaron a sonar y se quedaron sonando por muchísimo tiempo mientras todo el mundo se amapuchaba efusivamente. Yo casi abrazo a varios padres desconocidos, todos hermanados por el épico triunfo de haber llevado a ese aluvión de odiolescentes hasta el final de su secundaria. Luego tuvimos un coctel en la cafetería del colegio. De allí los papás regresamos a casa y los recién graduados se fueron a pie, muy entusiasmados, hasta una sala privada de fiestas donde se quedaron bailando hasta las mil.  Aquí hay un video de ese día publicado por el colegio.

La niña que está en la primera foto con Marianne es Wen-Ting. La de la segunda foto es Valeria. (la foto de grupo la hizo Valeria)

Una semana después de la graduación vino el Prom y quedó comprobado una vez más que, aunque ya cumplí 7 años viviendo en Canadá, mi cerebro aún es turista. El Prom es, de principio a fin, una producción hollywoodense al 100%. Yo veía todo y pensaba secretamente “Jackie, qué cómico, estás en una película gringa”. Una película gringa financiada por mi, por cierto, y por otro montón de padres -productores ejecutivos.

El día del Prom estaban en mi casa cinco  individuos desde las 7 de la mañana instalando el nuevo sistema de aire acondicionado porque el antiguo decidió morir en la semana más caliente del LA VIDA. La casa patas arriba y aparatos por todas partes. Yo trataba ilusamente de trabajar. Marianne fue a la peluquería para que le hicieran esto y, luego de halarle el pelo por dos horas, le dijeron que no sabían hacerlo. Nos llamó un poco atacada porque a sus amigas las habían peinado y a ella no, así que salimos a buscarla y pasamos por la farmacia a comprar un par de trencitas postizas con las que la peiné como pude. Los señores del aire acondicionado subían y bajaban las escaleras de mi casa sin parar. Nos vieron en toalla, mojadas y corriendo a medio vestir mil veces y fueron testigos de La Crisis del Peinado, La Sesión de Maquillaje y el Photoshoot (todo mientras nos asábamos del calor criminal) y piropeaban a Marianne augurándole un muy feliz Prom.

Mi hija escogió un vestido que la hace parecer extraída en vivo y directo de Disneyland. De la compra del vestido les hablé aquí y créanme que es fluorescente. En las fotos no se puede apreciar tanto porque, por algun efecto óptico piadoso, el vestido se ve simplemente rosado y no neón-lanzallamas como en realidad es. Lau dice que la pobre cámara se confunde y lo apastela. El casi no podía ver la autopista porque el fulgor del vestido lo cegaba. No es exageración. El carro por dentro estaba psicodélico.

Nuestra primera parada fue en la casa de Rosie, una amiga de Marianne, porque sus papás habían organizado amorosamente un brindis pre-fiesta con comida rica. Los muchachos iban llegando y cada vez que una niña se bajaba del carro se producía un concierto de ohhhhhhh y ahhhhhhhh. A mi cerebro turista le parecía divertido todo, especialmente ver a las parejas combinadas. Thierry merece la Medalla al Amor por haberse puesto, contra todo pronóstico, de pink fluorescente para combinar con mi pichu. Le llevó un corsage de orquídeas, la flor nacional de Venezuela ♥

Después llegamos al hotel donde el colegio organizó el Prom y, les digo, era BELLO.  El cielo y el lago super azules,  flores por todas partes, un estanque con cascada, fuentes y cientos de vestidos de gala deslizándose sobre los jardines. Los padres compartimos un coctel al aire libre y luego nos fuimos porque los muchachos entraron para tener su banquete y baile. El tema de la decoración fue Una noche en Paris y las mesas estaban decoradas con pequeñas torres Eiffel. Al final, las chicas se cambiaron de ropa (si, insolitamente se quitaron los caros vestidos comprados por los sufridos productores ejecutivos y se pusieron otros cortos!) para ir en un autobús alquilado al primer after-Prom (entiéndase: fiesta que le sigue a la fiesta). En este caso era un baile en una sala de downtown (porque hubo varias fiestas de todos los modelos). De allí al segundo after-Prom: Marianne y otros treinta chicos se fueron al chalet en otro lago de una compañera a una hora de Montreal, donde no cabían todos por supuesto, así que, después de nadar y de una fogata,  durmieron un par de horas bajo las estrellas en sleeping bags. Marianne salió de mi casa el viernes por la tarde y regresó el domingo por la tarde  justo para el almuerzo que le preparé para celebrar con nuestros más queridos amigos, los casi-familia.

Con unos taburetes de Ikea y dos mesas plegables convertí mi estudio en una extensión de nuestro comedor para disfrutar unas fajitas hechas por Lau a la parrilla. Fue un rato lindo con nuestras personas preferidas en Montreal, quienes cubrieron a Marianne de amor y regalos generosos ♥ Y despues de dormir por fin 8 horas, la Pichurra empacó su bikini y su sleeping bag y salió a OTRO after-Prom en la isla de nosequién …perdónenme pero ya ni sé dónde está mi hija. El que la vea que me la salude y que le recuerde que el 20 de agosto empienzan otra vez las clases!.

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Mucho jazz, algo de ballet, brincos dementes, con zapatos, descalza, en medias, en parques, en plazas, en callecitas… Mi pichurra no camina la ciudad. La baila.
Hoy comienza sus últimas presentaciones de danza en el colegio porque está apunto de graduarse. Deséenle suerte, si?
Y deséenme a mi mucho autocontrol para no inundar el teatro con mis berridos lágrimas (lo cambié porque tiene muy poco glamour, en realidad lo que hago es llorar como un cocodrilo, como las cataratas del Niágara, como un diluvio, como una loca, pues).

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